jueves, 19 de enero de 2012

LAS DEFENSAS DE LA DEMOCRACIA: Con relación al pedido de inscripción de MOVADEF como partido politico





Un movimiento no sólo de impronta terrorista, sino de aspiraciones terroristas, pretende que la democracia peruana le abra paso para participar en el proceso político y por lo mismo, acceder a las discusiones y, eventualmente a los medios de comunicación que tienen el deber de transmitir a la población los mensajes de quienes dentro del sistema proponen alternativas o plantean equipos distintos para la conducción de la nación.
            Dicha participación sería conveniente si es que sus integrantes hubiesen hecho un acto de fe democrática y anunciaran al país que han abandonado todos aquellos cartabones de imposición e intolerancia que hacen del resto de peruanos que no se identifican con ellos, sus enemigos.
            Pero lamentablemente ello no ha sucedido y esa conversión, dado el inmenso daño que se le causó a la nación y que dio hasta el pretexto para otra dictadura, la de Fujimori, no solamente puede ser verbal. Debe de acompañarse con comportamientos que aseguren a los peruanos que estamos frente a la recuperación de un grupo de personas que estuvo profundamente equivocado, que nos agravió de todas las formas y que hoy está arrepentido.
            Los alemanes tuvieron que afrontar similar problema cuando en la época de la guerra fría, los comunistas de la RFA quisieron inscribir su partido y el Tribunal Constitucional Alemán negó esa posibilidad sin que nadie se asombrara del resultado. Todo ello lo relata con brillantez el profesor Otto Kircheimer en su libro “Justicia Política”.
            Y es que la democracia puede ser un cristal de frágil, pero no tiene que ser un lecho de retardados a los que se les puede envolver cualquier cosa en papel de regalo y la terminen aceptando.
No es dable introducir en el Perú, como en Troya, un elemento extraño al sistema de libertades y de respeto a la dignidad humana, para que luego, en la tranquilidad con que se mueve y ha de moverse la democracia, se le desfigure y se termine acabando precisamente con todo ese elenco de valores que apreciamos.
La democracia exige respeto a sus cuatro valores esenciales: libertad, igualdad, pluralismo y tolerancia. Ninguno de ellos está presente en las fórmulas dictatoriales, ya sea las que se montan para defender los intereses de los pudientes, como de aquellas otras que se inventan bajo el pretexto de conquistar y garantizar al pueblo sus libertades.
Si esta identificación no se constata, no puede tener cabida en el sistema ningún movimiento o partido que apunte a discutirlo o a desparecerlo.
Los límites que los demócratas debemos de poner para que nuestro sistema se perpetúe y dure no pueden entenderse como contradictorios con sus principios.
Corresponde al JNE o al Tribunal Constitucional, llegado el caso, proceder con la misma serenidad con que lo hicieron los alemanes, que hoy viven en un sistema de respeto mutuo y de tranquilidad para su progreso.
Alberto Borea Odria

Foto: tomada de internet
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miércoles, 11 de enero de 2012

PINOCHET Y FUJIMORI: LAS COSAS POR SU NOMBRE



Un interesante debate se abrió en Chile con referencia a cómo debe ser tratado el dictador Pinochet y su régimen por la historia de su país. Sus adláteres quisieron sorprender y pasar sus años con el nombre de “el régimen”, como si se tratara de cualquier gobierno. Lo mismo sucede en el Perú con Fujimori, a quienes hasta hoy sus conmilitones y bastantes periodistas de poco carácter siguen llamando como “ex presidente” y dejando de distinguir entre la dictadura que él dirigió y un gobierno democrático.
            Hay que recordar lo que señala el profesor Angel Rivero quien dice que: “…política y lenguaje, dice, están en profunda relación. De hecho, la congruencia de nuestro lenguaje político con la descripción de nuestras instituciones proporciona legitimidad, el combustible necesario para el funcionamiento del sistema político…”
            Ese combustible fue el que le dieron a Fujimori y a Montesinos quienes tenían rubor de llamar dictadura a la dictadura y golpe de Estado al zarpazo que perpetró en abril de 1992. Ese combustible es el que pretenden que hoy los siga haciendo caminar los pinochetistas en Chile.
            Y Giovanni Sartori dice: “… el denominar a una cosa de cierto modo es lo mismo que sugerir como interpretar esa cosa. Las palabras no son sólo anteojeras que nos conduzcan a ver esto y no lo otro … las palabras conforman también el pensamiento”.
            Otra vez, quienes le dicen presidente a Fujimori y régimen a su dictadura, están pretendiendo decirnos que esa etapa corrupta y cruel en nuestra historia da lo mismo que un gobierno democrático y de gente honesta. Como quienes quieren que “régimen” en Chile sea igual para los gobernantes que mataron a miles y torturaron a muchos más, que los gobiernos de presidentes que respetaron los derechos y garantías de sus paisanos.
            Sartori sigue: “El ciudadano normal sabe sobre su comunidad política lo que las palabras le dicen. Si se denomina “democracia” a una comunidad política determinada, el ciudadano cree, y en realidad está justificado que así lo crea, lo que la palabra expresa”.
            Este es el inmenso daño que le hicieron durante esa década todos esos periodistas que no quisieron o no se atrevieron a llamar a las cosas por su nombre. Hasta hoy siguen con el eufemismo o el embuste.
            Sigue Sartori: “La guerra de las palabras afecta a sus propiedades emocionales. Su regla básica es conquistar las “palabras buenas” y descargar las “malas” en el campo enemigo…La guerra de las palabras es una realidad; y si nos negamos a afrontarla, lo que en realidad hacemos es permitir que la gane el guerrero de las palabras, el manipulador de los términos”.
            En Chile ganó la razón democrática, ¿No va a pasar lo mismo en el Perú? Lo de Fujimori no es una constitución y su régimen fue una dictadura. Así, sin ambages, digámosle a partir de ahora pan al pan y vino al vino.
Alberto Borea Odria

Foto tomada de internet 
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jueves, 5 de enero de 2012

Alberto Borea: "Fujimori está donde debe estar". VEA EL VIDEO DE LA ENTREVISTA CON BETO ORTIZ


Alberto Borea analizó el posible indulto a Alberto Fujimori y sostuvo que el  presidente debe actuar con criterio de justicia y analizar otros casos similares. “El simple hecho de discutir el tema del indulto me hace pensar si es algo justo o no". 


Aseguró que el fujimorismo busca victimizar al ex presidente. “Yo me pregunto si Fujimori tuvo la misma compasión que hoy quiere que sientan por él”.  


Dijo, además, no existe un propósito de enmienda por parte de los fujimorista y del mismo Fujimori. “Yo no creo que el presidente Humala indulte a Fujimori”. 


Borea puso en duda el 66% de peruanos que están a favor del indulto según una reciente encuesta.  “Si el presidente decidiera indultar a Fujimori creo que estaría cometiendo un profundo error”.


Finalmente Borea aseguró que este es un tema político.
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¿PROCEDE EL INDULTO A FUJIMORI?




Capeado ya el temporal que generaron los conmilitones de Alberto Fujimori aprovechando el sentimiento de compasión que se genera en la Navidad, es bueno hacer algunas precisiones respecto a la procedencia de esta figura en el caso del ex dictador.
            En primer lugar, el indulto es una atribución del Presidente y no un derecho de ninguna persona, aunque la misma se encuentre en la etapa más terminal de una enfermedad, lo que, por cierto, no es ni de lejos su caso, como lo han señalado los expertos.
            Segundo, si bien es una atribución del Presidente y puede legalmente otorgarla a quien a él le parezca, aunque no tuviera ninguna enfermedad ni pesar, una cosa diferente es la legitimidad de la figura que se analiza en cada caso. El origen de la figura se asentó en las prerrogativas de los gobernantes absolutos y pasó de alguna manera a los gobernantes democráticos, sin embargo, en este tránsito, como lo señala Linares Quintana, más que la legalidad ha de pararse en el criterio de legitimidad, vale decir, si la medida puede ser estimada como buena o como justa dados los antecedentes del caso, su comparación con otros casos similares y el respeto por el principio de igualdad que es, precisamente aquel sobre el que se sustentan las democracias.
            Revisado esto ha de señalarse que la concesión de ese indulto incurriría, a mi criterio en serias causales de ilegitimidad.
            En tercer lugar ha de señalarse que si el indulto sirve para reparar alguna injusticia cometida en contra del condenado, esa razón es inexistente por cuanto el juicio que se le siguió fue apreciado como bueno y reconocido por su corrección tanto en el Perú como en el extranjero. No hay entonces desde esta perspectiva nada que reparar. Esto no sería hacer más justicia, sino destruir la justicia.
            En cuarto lugar hay que preguntarse si quien pide compasión para él la tuvo con todas las personas a las que segó su vida en años jóvenes, sin proceso. Es claro que no pensó ni en ellos ni en el dolor que les causaba con ese proceder a sus familiares o a los huérfanos que dejaba.
            En quinto término, si se alega que está enfermo y está deprimido, ¿cuántos enfermos más graves y con menos atenciones existen en los penales, que son además personas que delinquieron sin la ventaja que da el poder y que cometieron menos delitos y de menor gravedad que los que perpetró aquel para quien hoy se pide el indulto?
            En todo caso, su posición en donde está recluido ya es de por sí un privilegio frente a todos los demás peruanos que por menos pagan más, que están hacinados y que no “pueden pintar” en el lugar donde purgan su condena.
            En suma, ninguna razón para el indulto.

Alberto Borea Odria

Fotos: Internet
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