viernes, 16 de septiembre de 2011

CONGRESO ITINERANTE




Es cierto que el Congreso no pasa por un buen momento en el rubro de la aprobación popular. No sólo por su pauperización a partir del golpe de 1992, sino porque se espera de quienes lo integran cosas que no pueden hacer porque las normas de distribución del poder le encargan esas tareas a otros poderes, sino, porque además, los parlamentarios insisten en hacer aquello que les está vedado.


La tarea parlamentaria exige un esfuerzo serio por darle un norte al país. Las leyes lo que hacen es planificar el destino del mismo. Señalan qué es lo que ha de hacerse frente a determinadas circunstancias, qué es lo que hay que fomentar para que los privados se embarquen en esas travesías poniendo en juego sus recursos, así como ordena sancionar a quienes trasgredan el orden social que se fija en las leyes.

Esa tarea, sin embargo, no ha sido difundida y ha quedado retrasada en el circuito de la comunicación social. Los parlamentarios no tienen cómo comunicarse con la población si no es a través de la prensa. Todavía los medios alternativos como el internet o las demás técnicas no son de uso tan masivo como para suplir la aparición en las pantallas de los canales de señal abierta, o para que se escuche su voz en las radios de alcance nacional.


Cómo hacer para que el circuito político no se desencuentre del circuito social es uno de los dilemas de la democracia actual. Si no se hallan canales para que los elegidos puedan comunicar a sus electores el sentido de su proceder en la Cámara a la cual estos los enviaron, entonces se produce un desilusión y una continua erosión en la legitimidad del Congreso.

Esa comunicación, además, debe de hacerse sobre los tópicos serios y de forma adecuada. Con espacio para que se formulen conceptos sin interrupción por parte de un interlocutor que quiere respuestas inmediatas como si se tratara de rendir lo que en la escuela se llama un examen “objetivo”. Conceder espacios radiales y televisivos a los partidos para que constantemente realicen esta tarea, me parece esencial.

De esta forma, los parlamentarios tendrán presencia sin tener que pagar el alto costo del “figuretismo”, que los hace aparecer haciendo cualquier cosa con tal de recordarle a la ciudadanía su existencia, aunque ello los convierta en bufos o comparsas. Así se podrá, por parte del electorado, comparar propuestas y constatar actitudes.
Las respuestas a estos reclamos no pueden darse como consecuencia de lo que diga una pluma tirada al viento, deben trabajarse a partir del rol y la función que les toca cumplir.

Es por eso que hay que revisar la respuesta de los viajes del pleno a las provincias. La visita a Ica no ha sido buena. Que vaya cada parlamentario mensualmente a dos provincias de las que lo eligieron, sí es indispensable. Que dé cuenta de sus reuniones con la población, importante. Pero que se pretenda que con una puesta en escena se resuelve el problema, me parece un error que agravará las cosas.

Alberto Borea Odria

Imagenes tomadas de internet

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