miércoles, 22 de diciembre de 2010

FÓRMULAS, ¿MUJERES Y CARAS NUEVAS?


Alberto Borea Odria

Un conocido periodista que labora en un importante noticiero radial matutino y que es fuente frecuente en el proceso de formación de opinión pública, estimó que una fórmula presidencial en donde no se hubiere consignado a una mujer, estaba desfasada, más aún si la fórmula no traía caras nuevas.

Quiero discrepar públicamente en estos dos registros. Lo que necesita el Perú no son novedades ni que se experimente con él en la escogencia de personas que, llegado el momento, deben de hacerse cargo de los destinos de la Nación. Vale decir, lo que hay que privilegiar en esa instancia y que un estadista no debe olvidar es precisamente eso, que la persona elegida por él para acompañarlo pueda reemplazarlo con bien para la República.

La política no puede consagrar la posición de nivel presidencial como la primera tarea pública que debe entregársele a un bisoño para que pinte una propuesta electoral y atraiga electores en respaldo del candidato. Un cantante, una pintora, un taxista o cualquier ciudadano de la calle, aún cuando haya destacado en su actividad privada, no califica per se para poner sobre sus hombros el peso de la primera magistratura.

La política es una tarea que exige constante preparación. Es contradictorio que llegado el caso se pida que los Congresos tengan un determinado nivel, con la exigencia de “caras nuevas” acompañando al Presidente. Nadie piensa que un estudiante recién salido de la escuela de medicina puede operar a una persona de un delicado tumor al cerebro. Lo normal será que se busque para esa tarea a un cirujano que haya pasado por diversas posiciones en el quirófano, asistiendo a los anteriormente consagrados para poder llegar a tener el escalpelo en la mano. Menos se permite que una jugadora de voleybol o un cantante vernacular o de rock entren al quirófano y se vistan de verde para comenzar a trajinar al paciente.

Si esto es así en la medicina ¿cómo va a ser diferente en la política donde se toman decisiones que atañen a millones de ciudadanos y al curso de un país?

En la política institucional, aquella que reclamamos con partidos fuertes y con constante preparación de cuadros, los jóvenes o quienes ingresan a la misma no tan jóvenes deben de foguearse en sus propias representaciones partidarias o en las concejalías, en las representaciones regionales o en la diputación, o, viniendo de la otra vertiente, en las direcciones o vice ministerios donde se aprende a adoptar decisiones de política pública.

En el caso de las mujeres, o de los hombres, en tanto que hay que cumplir una cuota de género, tampoco es distinto el raciocinio. La oportunidad para darle entrada a las personas de uno u otro sexo para que se integren más a la vida política no puede ser la instancia presidencial. Hay mujeres que califican para esa posición por lo que han hecho en su vida y porque se han preparado en la arena política al más alto nivel, siendo concejales, diputadas o ministras y que nadie puede discutir. Para poner ejemplos, Lourdes Flores, Mercedes Cabanillas o Ana María Romero, son ejemplos de esta afirmación.

Pero, poner necesariamente una candidata mujer cuando el partido estima que mejor tarea en ese momento van a desempeñar los varones, es también un despropósito. La oportunidad para impulsar la participación de las damas en el proceso político no puede ser la de la candidatura presidencial. También lo sería exigir la presencia de un varón cuando se considerara que las mujeres pueden expedirse de mejor manera. Si los apristas hubiesen considerado a Virginia Borra o a la mencionada Mercedes Cabanillas en su fórmula presidencial en vez de Javier Velásquez, no habría habido ningún sobresalto. Tanto la primera como la segunda han pasado todas las etapas de formación política y están calificadas para el cargo. Contrario sensu cuando los designados, como en el caso de Perú Posible, son varones que han tenido una destacada presencia en funciones de gobierno como Carlos Bruce o Javier Reátegui, no hay tampoco de qué alborotarse y menos pretender disminuir el valor de la fórmula por haber actuado con la seriedad que la situación exige a quien pretende gobernar el país.

No se puede pedir a los partidos acierto cuando se le conmina a consignar en sus listas personas por razones diferentes a las de la eficacia o el acierto que se prevé, con razones fundadas, que van a tener en tanto les toque asumir la primera magistratura. Lo demás son consideraciones ajenas al bien común que debe procurarse desde el gobierno.

En los países con instituciones sólidas, se puede prever con bastante certeza quien va a ser el Presidente dentro de 20 años seleccionando un grupo de 300 personas, el mismo que se va acortando en tanto que falten 15 años, o 10. Esto es así porque la política no es allí una tinca sino una actividad seria y previsible.

Quienes han escogido sus fórmulas sin recurrir al factor sorpresa, ni a poner a alguien de algún género simplemente por expresar la presencia de ambos, han dado una muestra de madurez. Han rechazado lo inesperado o lo novedoso con el afán de ganar fáciles votos y le han garantizado al Perú una correcta conducción cualquiera fuese la eventualidad a la que se encontrase sometido.

Esto debe el Perú estimar y este es el factor de seriedad que esperamos se arraigue en nuestra nación para salir de la política farandulera.

Fotos: internet

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