sábado, 18 de diciembre de 2010

USAR Y BOTAR: EL PRIMER FRUTO DE FUERZA SOCIAL


Alberto Borea Odria

La práctica cultura capitalista donde las personas tienen poco tiempo para sus actividades y donde todos en la casa trabajan, creo la cultura de usar y botar los elementos o las cosas descartables cundo el titular del bien y quien les saca provecho piensa que ya no le va a servir más. Como son cosas las tratadas de esta forma, no hay nada que reprocharle a los poseedores de los bienes.


Un poco más complicado, sin embargo, es cuando se trata de comportamientos políticos, porque ellos involucran a personas que a su vez han preparado proyectos y han soñado con ellos. Estas han comprometido su esfuerzo y han logrado que el colectivo que formaron, y especialmente sus dirigentes, alcances las posiciones que soñaron o aspiraron. Sin embargo, un buen día se les da con la puerta en las narices y reciben la notificación de que son prescindibles, de que lo que construyeron en común ya no les pertenece a ellos y que la ilusión de lo originalmente pensado y la razón por la que se esforzaron se esfumó.

Es difícil calificar el comportamiento de la denominada Fuerza Social a la luz de las coyunturas recientes. Si bien nació como una expresión especial de la denominada izquierda alejada de las tendencias más radicales que creen en el colectivismo o no le hacen ascos a los gobiernos de partido único y donde se señala en sus propios documentos que hay que utilizar el sistema para desde adentro cambiarlo una vez asumido el poder, con la prisa electoral de las elecciones municipales no tuvieron ningún empacho en aliarse y descansar organizativamente en estos partidos de esa izquierda que con más presencia en el tiempo por lo menos han desarrollado un pequeño esqueleto que les permite diseminar su mensaje en bastantes rincones del país a través de diversas instituciones que han ido creando en su historia.

Ese esqueleto fue con el que Fuerza Social y Susana Villarán decidieron contar para las elecciones municipales. Como no contaban con ningún barrunto de organización y tenían escaso respaldo del electorado, decidieron que esa tarea de cementación podrían realizarla mejor fletando al antiguo UNIR de Rolando Breña. Estos, efectivamente, cumplieron su tarea en la parte inicial del esfuerzo. Luego vino la salida de Kouri y el golpe de suerte. Los medios de comunicación, ajenos y enfrentados con Patria Roja clamaron porque salieran de la Alianza estas personas que tan útiles le habían sido a Villarán en su momento. Sin ningún empacho y con total cálculo electoral, la recién electa echó por la borda la supuesta carga pesada. Marcó distancias y prácticamente los convirtió, incluso cuando no había comenzado sus funciones, en parias del gobierno municipal ad portas. Difícil creer que ese fuera un comportamiento ético. Susana Villarán, que tiene décadas en la arena política no podía desconocer esto. Utilizó sin empacho esos activos de los comunistas y luego ha pretendido una asepsia que no se condice con su proceder.

Pero más difícil todavía ha sido pasar por ese cedazo a lo que siguió. Como para conformar una opción con alguna capacidad de aglutinación a nivel nacional requerían otra vez ese principio de organización, volvieron a llamar a Nílver López y sus huestes. Estos volvieron al redil del que los habían echado y se prestaron a unirse nuevamente a quien los había repudiado, para que nuevamente, después de llamarlos, los desdeñaran y desembarcaran.

En el país, donde quienes tienen la sartén por el mango siempre quieren ver lo que les provoca resulta que fue mejor aceptar la tesis que la señora alcaldesa fue sorprendida por estos elementos a los que supuestamente no conocía. Lo malo es que esa versión no tiene ninguna credibilidad. Susana Villarán se comportó, junto con esa supuesta izquierda moderna de Fuerza Social, de la manera más maniobrera, de la forma como posiblemente lo hicieron en los grupos políticos de los que precedieron en donde, fiel a las doctrinas comunistas, el fin justifica los medios, utilizando a quienes llevó como aliados para luego largarlos con cajas destempladas.

No es que alguien se rasgue las vestiduras por lo que ha hecho o que llame a sorpresa su proceder. Lo que verdaderamente rebela es que pretenda ponérsele vestido de seda a ese comportamiento que trasluce la forma como se sigue haciendo política en el Perú. No se trata en este caso de una virgen vestal, sino de una persona que siempre ha hecho política desde esos sectores donde todo vale con tal de llegar al poder. No ha habido ningún principio en consideración para la plasmación de esta conducta, ni ningún ejemplo a seguir en materia de buen juego político.

No tengo ninguna identificación ideológica con ese colectivo, con el que sin embargo coincidimos en la lucha contra la dictadura fujimorista y quienes hicieron con dedicación su tarea. Pero si aspiramos a que caída la autocracia, en el Perú se rompiera el pacto infame de hablar a media voz y que no se disfrazaran realidades en condescendencias que no ayudan a clarificar el panorama político ni a darle una verdadera identidad a las distintas opciones que se presentan en una sociedad pluralista.


Foto: Internet

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